El pueblo indígena de los Shuar es popularmente conocido como
los Jíbaros y aunque no se sabe desde cuándo, pero hasta nuestros días, los
Shuar habitan una importante región del Amazonas.
Más precisamente, en las laderas orientales de los Andes, en
gran parte de Ecuador y Perú. Fueron denominados como Jíbaros por los
conquistadores españoles, sin embargo, el verdadero nombre de esta tribu es el
de los Shuar.
Constituyen uno de los grupos étnicos más importantes de toda la
región amazónica siendo el más popular y esto se debe, más que en gran medida,
a la práctica ancestral de la reducción de cabezas.
RITUAL TZANTZA
El ritual Tzantza tiene un profundo significado simbólico de
diversos aspectos, el más importante es paralizar el espíritu, se busca retener
la esencia, el alma de la persona. Los guerreros de la tribu le quitaban la
cabeza al enemigo y luego la reducían para que el espíritu de este último no
pudiera volver y tomar venganza contra el responsable de su muerte.
Por otra parte, con fines religiosos, los miembros Shuar
reducían la cabeza de los más sabios del grupo con el fin de guardar sus
conocimientos y mantener su espíritu en la tribu, entonces, podemos decir que
la finalidad de este ritual era la de mantener el conocimientos en la aldea, ya
sea con el fin de evitar una posible venganza desde el más allá por parte de
sus enemigos o para mantener cerca a los difuntos del grupo, en ambos casos, al
reducir la una cabeza la aldea se aseguraba quedarse con el espíritu de la
persona.
Otro aspecto fundamental era el del prestigio, cuantas más
cabezas tenía un guerrero, más prestigio poseía puesto que implicaba que era un
guerrero victorioso.
¿CÓMO REDUCÍAN LAS CABEZAS LOS SHUAR?
El proceso de la reducción de cabezas de los Shuar implicaba en
una primera instancia, separar la cabeza del resto del cuerpo y realizar un
corte en “V” sobre la parte trasera del cráneo. Este corte, sumamente
especializado, permitía quitar toda la piel del rostro y literalmente
despellejar la cabeza, era importante ser rápido para que el espíritu no
escapara cuando la persona moría, por lo que se cree que, en algunos casos, la víctima
incluso aún estaba con vida mientras transcurría esta parte del ritual.
Luego se hervía la piel entre unos 20 y 30 minutos, lo que hace
que el tamaño se reduzca en un 50% del total, es decir, a mitad de tamaño. Se
dejaba secar y una vez listo, se quitaba todo resto de carne, dejando solamente
la piel y el vello.
Una vez se contaba con el pellejo y el pelo, se cocía la parte
inferior de la cabeza, los ojos y la nariz, con la finalidad de que el alma no
pudiera escapar; se calentaba una serie de piedras y se las colocaba dentro,
luego se frotaba y se quitaban para finalmente llenar la cabeza con arena, con
un cuchillo recalentado se quemaban los labios y se cocían con cordeles de
liana para luego añadir una serie de cuerdas para colgarlas.
En la tradición de la reducción de cabezas, se cree que el
recubrimiento de la piel con la ceniza, mantiene el mésak, o alma vengadora, e
impide que la misma se escape y tome venganza contra su verdugo. Las cabezas
reducidas se caracterizan por su prognatismo mandibular, distorsión, y
contracción de los laterales de la frente, los cuales son resultados de la
retracción. El proceso completo de reducción suele durar aproximadamente 6
días, y la cabeza terminada llega a tener el tamaño de un puño.
Los occidentales crearon una demanda económica de cabezas
reducidas, hubo un fuerte aumento en la tasa de homicidios en un esfuerzo por
suministrar a los coleccionistas y turistas. El término "headhunting"
surgió a partir de esta práctica, las armas eran, por lo general, lo que los
shuar adquirían a cambio de sus cabezas reducidas, la tasa era un arma de fuego
por cabeza. Durante la década de 1930, cuando los intercambios entre jefes se
practicaban libremente, una persona podía comprar una cabeza reducida por
alrededor de veinticinco dólares. Se puso fin a esta práctica cuando los
gobiernos de Perú y Ecuador trabajaron juntos para prohibir el tráfico de las
cabezas.
En la década de 1970, animados por este creciente comercio,
personas de Colombia y Panamá no conectados a los shuar, comenzaron a realizar
falsificaciones de las tzantzas, para su comercialización. Utilizaron cadáveres
de las morgues, partes de monos o perezosos, e incluso piel de cabra.
En 1999, el Museo Nacional del Indígena Americano repatrió
auténticas cabezas reducidas de su colección para el Ecuador, la mayoría de los
países también han prohibido el comercio. En la actualidad, las réplicas
reducidas se fabrican como objetos curiosos para el turismo comercial. Estos
están hechos de cuero, pieles y animales formados para parecerse a los
originales.
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